KIKEKELLER | MUROS REFUGIO _ FERNANDO BARRIOS BENAVIDES
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MUROS REFUGIO _ FERNANDO BARRIOS BENAVIDES



Hace un tiempo se me quedó grabada en la mente una publicación que vi en alguna red social. 
Se trataba de una fotografía de la infancia de una persona anónima. «Siento alegría y tristeza a la vez viendo esta foto» comentaba. En ella, se podía ver a un grupo de niños vestidos con ropa rota, algunos sin zapatos, las paredes de la habitación estaban desconchadas y el aspecto general de la casa era muy pobre. Sin embargo, los niños retratados sonreían y mostraban expresiones de felicidad absoluta. Todos se encontraban en torno a una mesa sobre la que había una tarta de cumpleaños de colores y una cocacola. 
De alguna manera, esos colores chillones de la tarta gritaban: ¡hoy es un día muy feliz!. Y en ese momento, para ellos, la pobreza quedó en un segundo plano. 

La fotografía me transmitió felicidad, ternura y, a la vez, profunda tristeza. 
Esto me llevó a reflexionar sobre cómo, a cualquier escala, convivimos con la felicidad y la tristeza de forma simultanea y sobre el efecto que provoca en nuestras emociones la estética de todo lo que nos rodea. 
La miseria es algo que nadie quiere ver, ni la propia, ni la de los demás. 
La felicidad es una necesidad humana básica y, a veces en las situaciones de pobreza más extrema, ésta solo llega de forma muy infantil. Ejemplo de ello son aquellas favelas que pintan de colores para «tapar» la miseria o esas casitas con cubierta de zinc y paredes con humedades pintadas de azul cielo. ¡Azul cielo, el color favorito de los niños! 
Pudiera parecer que, de alguna manera mágica, el color azul cielo nos devuelve a la infancia y nos permite poseer y habitar un entorno menos miserable. 
Cada día, camino a mi estudio, paso por al lado de un poblado con un vertedero ilegal de escombros donde se amontonan montañas de desperdicios y basura. 
Al observar de cerca estos escombros, puedo darme cuenta de que en realidad su origen es muy preciado. El cemento, los ladrillos, el yeso, la chatarra… Todos están hechos a partir de recursos naturales valiosos. Además, en muchos casos formaron parte de una vivienda, la posesión material más valiosa de una familia. Muchas personas pusieron su esfuerzo, su tiempo, su talento y su trabajo en hacerlo realidad. 
También vi en los escombros restos de gotelé y papel pintado y pensé en la pátina de intervención humana que queda en todo y en la belleza que persiste en esto. 
En mi caminata diaria, observo también paredes y muros en cuya superficie conviven restos de carteles que anuncian la llegada del circo a la ciudad, grafitis, polvo, inscripciones de amor adolescente… De alguna manera, el entorno maltratado nos cuenta su historia.
En este proyecto trabajo desde la ruina para dar valor a su historia. Desarrollo con ella un retrato psicológico desde la honestidad de los materiales de construcción. Hablo de muros y escombros, de quienes los habitaron, de la vida cotidiana y las emociones que conviven en nuestro interior. De la felicidad triste de las celebraciones, de mensajes sencillos y verdaderos y del desamparo que encuentro en el color azul cielo, el favorito de los niños. 


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